¿Qué es la mente? Historia de una idea
Por Rodrigo Cáceres.
En uno de sus escritos más llamativos, titulado "La realidad" (1988), Humberto Maturana intenta hacer un largo comentario sobre el lugar que tienen las explicaciones dentro de la experiencia humana (que él llama la praxis del vivir). Dentro de su discusión sobre el tema, plantea que una explicación (en el lenguaje) es simplemente una reformulación (en palabras) de algo que se hace presente en la experiencia, incluyendo además el criterio de validación que se utiliza para aceptar o rechazar esa reformulación. Este texto de Maturana es de una alta dificultad por su abstracción y porque hace referencia a las condiciones fundamentales de nuestro vivir en el lenguaje. De hecho, si analizamos el texto desde una perspectiva estructural, muchas de sus ideas son circulares y aparentan ser tautologías, además de la descripción de recursiones y fenómenos superpuestos los unos con los otros. Un ejemplo práctico de esta superposición es esta misma distinción que realiza Maturana entre la explicación (lenguaje) y la praxis del vivir (experiencia), pues sabemos que en la práctica la explicación sucede dentro de la experiencia misma, no en un dominio transcendental ajeno a ella. Somos nosotros los que explicamos con palabras, entendemos de alguna manera esas palabras y aceptamos o no las ideas que llevan consigo.
En efecto, las palabras mismas forman parte de los fenómenos con los que nos encontramos en la experiencia, y nadie menos que los filósofos son quienes se dedican a preguntarse y pensar incansablemente sobre ciertas palabras: ¿Qué es la verdad? ¿Qué es el bien? ¿Qué es el significado? ¿ Qué es la mente? y así sucesivamente. De hecho, si lo analizamos nos resulta muy difícil señalar en la experiencia la existencia de algunos de estos conceptos filosóficos. Por ejemplo, si pensamos en la palabra 'mente', no hay ningún objeto en el mundo al que pudiésemos apuntar para señalar "Esa es la mente", tal como lo hacemos al señalar nubes, hojas, casas, etc. Lo que comprendemos de la palabra 'mente' lo hacemos especialmente a partir de su uso, el cual no es arbitrario sino bastante específico. Usamos la palabra 'mente' cuando decimos por ejemplo:
Necesito relajar mi mente.
No puedo sacarte de mi mente.
Él es muy cerrado/abierto de mente.
Deja tu mente en blanco.
Por favor, tenlo en mente.
Mi pobre mente está llena de preocupaciones.
En estos ejemplos podemos notar dos tipos principales de modos de hablar de la mente. El más común entre estos ejemplos es entender la mente como un contenedor o superficie en la cual hay contenidos, los cuales pueden entrar a la mente, salir de ella, pueden llenarla, o si desaparecen, vaciar la mente. Por otra parte, este contenedor puede ser abierto (como una bolsa) o cerrado (como un frasco). Si debemos 'dejar la mente en blanco' significa que debemos pensar en la mente como un contenedor o superficie de la cual debemos quitar todos los contenidos. En lingüística cognitiva, esto se denomina una metáfora conceptual, en este caso se trata de la metáfora "la mente como contenedor" o bien "la mente como superficie". La metáfora conceptual es una herramienta para facilitar el entendimiento, en la cual se toma algo concreto y común como un contenedor/superficie (pensemos en bolsas, mesas, casas, cajas, etc.) y se utiliza para poder razonar sobre algo abstracto: en este caso, 'la mente'.
El segundo modo de hablar de la mente es aquel implícito en el uso de los adjetivos posesivos "mi" o "tu" mente. En estos casos la implicancia es que existe una relación entre "yo" y "mente", que puede ser o bien una relación de tenencia o posesión (lo cual implica que "yo" tiene algún poder sobre "mente") o bien que ambas cosas están simplemente conectadas o anexadas entre sí, pero que no son lo mismo, el "yo" no es la "mente".
El hecho aparente es que no encontramos objetos en la experiencia (o praxis del vivir) que podamos designar como 'mente' y lo que aprendemos y entendemos de ella lo hacemos principalmente a través de sus usos y significados lingüísticos. Esto tiene una importante consecuencia filosófica. Significa que al reflexionar sobre la mente vamos a estar necesariamente utilizando metáforas conceptuales, y las metáforas que se elijan van a orientar el razonamiento en una dirección específica.
Tomemos el ejemplo de Aristóteles, quien hablando sobre la percepción en De Anima planteaba que:
Una facultad sensorial es aquella que tiene el poder de recibir en sí misma la forma sensible de las cosas sin la materia, del modo en que una pieza de cera recibe el sello del anillo grabado sin el hierro ni el oro; lo que produce la impresión es un anillo de bronce u oro, pero no en cuanto bronce u oro: de una manera similar el sentido es afectado por lo que está coloreado o saborizado o sonoro, no en cuanto cada uno es lo que es, pero en cuanto es de tal o tal clase y de acuerdo a su logos.
Como podemos ver, Aristóteles utiliza la metáfora de un sello sobre una pieza de cera para referirse a la estructura de la percepción, para revelar cómo esta última es meramente formal y no material, no recibimos "el hierro" del mundo físico sino solamente la forma que este dibuja al "imprimirse" en los sentidos. Como podemos ver, este es un caso especial en que se entiende un fenómeno mental -en este caso la percepción- como lo que sucede en el contacto entre dos superficies (un sello y un pedazo de cera). No se trata de superficies cualquiera, pues la cera caliente tiene la propiedad de ser maleable y de poder recibir la impresión que un sello metálico puede dejarle. Si los sentidos no fueran como cera sino como hierro, tal impresión no sería posible y no podría haber correspondencia alguna entre mente y mundo.
El uso de esta metáfora para Aristóteles deja de ser meramente un modo ilustrativo de explicar cómo entiende la percepción sino que trae consecuencias ontológicas: para Aristóteles el conocimiento certero del mundo es efectivamente posible, pues por una parte la mente y el mundo físico se encuentran conectados y existe contacto posible entre ellos. En otras palabras, la mente está abierta al mundo. Por otra parte, lo que se recibe en la impresión sensorial es la forma o estructura misma del objeto percibido, por lo cual podemos asegurar la certeza de este conocimiento, el cual proviene y se funda en el mundo físico exterior.
Si avanzamos hasta Europa en el siglo XVII, nos encontramos con otro ejemplo de pensamiento (o reformulaciones en el lenguaje) sobre la relación entre mente y mundo, en este caso de parte del filósofo francés René Descartes, padre de la época que llamamos la Modernidad. En sus meditaciones metafísicas y su conocido escepticismo de los sentidos, del cuerpo y el mundo, Descartes llega a instituirse a sí mismo a través de su conocido "Pienso, luego existo". A través de este gesto describe dos tipos de sustancias existentes: una sustancia o cosa pensante (res cogitans) que se encuentra en un "reino interno" y luego una sustancia extendida (res extensa) que es el mundo exterior y material, incluyendo el cuerpo propio. Ambas sustancias corresponden a dos dominios separados e irreconciliables, en lo que llamamos un dualismo entre mente/materia y al mismo tiempo entre mente/cuerpo y mente/mundo exterior.
Podemos notar en esta descripción el uso de los conceptos de 'interno' y 'externo', que son propios de nuestro entendimiento de los contenedores, los cuales ya mencionamos anteriormente. Los contenedores (como los frascos, bolsas, cajas) poseen un 'interior', un 'exterior' y un 'borde' que separa el adentro del afuera. A lo que llegamos en la ontología de Descartes es precisamente entonces al planteamiento de dos contenedores o esferas independientes y autocontenidas: por una parte, el sujeto o 'cosa pensante' que es una sustancia mental independiente (tal como un frasco) y por otra parte, el mundo objetivo y material de las 'cosas en sí mismas' que tienen una existencia independiente del sujeto que las pueda percibir. Esta ontología o modelo de realidad ha continuado en cierta medida hasta la actualidad, pues la influencia del pensamiento de Descartes ha alcanzado una gran diversidad de disciplinas y enfoques tanto científicos como prácticos.
El meollo del asunto aquí es, ciertamente, la importancia del lenguaje y cómo al ir reformulando en palabras la experiencia se van instituyendo ciertos modelos de entendimiento de la realidad, los cuales no son para nada neutros sino que orientan prácticas tanto individuales como colectivas. Por ejemplo, en Descartes la separación mente/materia y la separación y aislamiento correlativo de sujeto/objetos materiales ha fundado la ideología del mundo natural como un receptáculo de recursos para que el hombre los utilice a su voluntad, un supuesto básico de la teoría económica moderna. En la práctica se trata de una filosofía anti-ecológica, pues el sujeto existe de manera autónoma e independiente, de manera que no requiere de la red de seres vivos y ecosistemas que lo rodean para asegurar su existencia, salud y reproducción.
Las metáforas que examinamos ('mente como contenedor', 'mente como posesión', 'percepción como impresión', 'mente como superficie') son dispositivos de imaginación extremadamente versátiles. Las tradiciones de meditación las utilizan al hablar de 'vaciar la mente' para orientar la práctica; en algunas vertientes espirituales se plantea explícitamente "tú no eres tu mente" con el objetivo de soltar la identificación con los contenidos de la conciencia, sean emociones, pensamientos o escenarios imaginados. En los casos filosóficos que examinamos, aquellas metáforas que se toman en serio pueden tener importantes implicancias históricas y prácticas, como sucede en los casos de Aristóteles y Descartes, que han dejado un profundo sello en la imaginación occidental.
Puesto que las metáforas son en gran parte dependientes en aspectos de nuestra imaginación, en el mundo moderno se han descrito nuevas metáforas para comprender la mente, esta vez de la mano de pensadores asociados a los psicodélicos y los efectos que estos producen en la conciencia.
En su libro de 1954 "Las puertas de la percepción", Aldous Huxley defiende la idea de que la función de la mente y de los órganos perceptivos es principalmente "eliminativa". "La función del cerebro y el sistema nervioso" -escribía- "es la de protegernos de vernos superados y confundidos por esta masa de amplio, inútil e irrelevante conocimiento, al dejar fuera la mayoría de lo que de otro modo percibiríamos o recordaríamos en todo momento, y permitir únicamente esta pequeña y particular selección que es útil para usos prácticos".
La idea de una puerta obviamente nos trae a la mano la idea de una casa o una habitación, que resulta ser otra clase más de contenedor, en este caso un contenedor abierto al que se puede ingresar o quedar fuera. Al considerar la explicación de Huxley vemos que no se trata de cualquier puerta, sino de una que selecciona o filtra aquello "que entra" a la mente de aquello que "se deja fuera". Esta metáfora le permite a Huxley interpretar los contenidos que se vuelven aparentes durante las experiencias psicodélicas como aquellos que la mente en estado normal dejaba fuera. De esta manera, las moléculas psicoactivas en este caso funcionan como llaves que desactivan lo que Huxley llama las "válvulas reductoras" del cerebro, permitiendo así que los portales de la percepción se abran a lo que Huxley llama la Gran Mente (Mind at Large).
Más recientemente, en el libro "Cómo cambiar tu mente" de Michael Pollan, encontramos una metáfora de la mente bastante creativa y con perspectivas mucho más prácticas. Pollan compara la mente a una colina cubierta de nieve y los pensamientos y acciones como trineos en bajada, cuyo rastro queda marcado en el camino. Estos caminos son nada menos que las "vías neurales" que se van constituyendo en el cerebro, formando paulatinamente hábitos de conducta que se van prefiriendo en la repetición, pues es más fácil recorrer caminos conocidos que construir caminos nuevos. La consecuencia de esto es que a medida que los hábitos se van formando a través de la repetición de conductas, ellos se arraigan cada vez más, tal como el rastro del camino en la nieve va alcanzando cada vez mayor profundidad y resulta cada vez más difícil salir de él para tomar una vía alternativa. Desafortunadamente, los hábitos que nos resultaron eficaces en ciertas condiciones pueden probar ser inadecuados en contextos nuevos y diferentes, pero al encontrarse sumamente arraigados resulta difícil llegar a imaginar modos de pensar y de actuar diferentes, y más aún pensar llevarlos a cabo. Al extremo, estas sensaciones de inadecuación y 'vista de túnel' pueden conducir a episodios depresivos, adicciones o patrones de pensamiento repetitivos (rumias).
Una de las posibles soluciones que surge es la necesidad de una nueva nevada, que llegue para emparejar la superficie y así revelar vías alternativas y dar una "vista panorámica" sobre todas las posibilidades que se pueden considerar y elegir. En este caso, las sustancias psicodélicas son las que aumentan el nivel de entropía e interconectividad en el cerebro y "provocan la nevada". Los psicodélicos han sido vinculados a la neurogénesis, es decir, a la creación de nuevas neuronas y vías neurales, además de flexibilizar creencias y patrones muy arraigados en las personas. La evidencia científica le da peso a esta metáfora, en particular los resultados empíricos sobre los beneficios de los psicodélicos en el tratamiento contra adicciones. En efecto, podemos pensar en las adicciones como hábitos de conducta (compulsiva) de los cuales parece difícil o imposible salir. Hasta ahora, la evidencia revela que los psicodélicos contribuyen a la flexibilización de patrones arraigados y a la cura de adicciones.
Sin embargo, debemos volver a poner esto en un contexto más amplio, pues las adicciones son sólo un tipo de hábitos de conducta. También podemos hablar de hábitos o patrones de celos, de egoísmo, de alimentación, de creencias, las cuales tienen todas la posibilidad de mostrar limitaciones en ciertos contextos y causar efectos indeseables ya sea en uno mismo o en los demás.
Como vemos, a partir de esta metáfora de las vías en la nieve podemos tematizar en detalle una serie de procesos mentales que no surgían en las ontologías de los otros autores que revisamos (Descartes, Aristóteles, Huxley). Es en este sentido preciso que las metáforas son parciales y no cuentan la historia completa, sino que se focalizan en cierto ámbito de fenómenos, dejando de lado aspectos que pudiesen ser importantes si fuesen vistos desde una metáfora alternativa. Sin embargo, solemos ser ciegos a estos aspectos que son olvidados por una metáfora sino hasta que alguien creativo imagina una nueva metáfora y desarrolla todas sus implicancias para marcar así una nueva forma de pensar.
Comments
Post a Comment